¿Sabías que hay un monumento al Sagrado Corazón de Jesús en una finca de Marchena?

En la finca de 'San Juan Bautista', más conocida como hacienda de Sanabria

Marchena, en plena comarca de La Campiña, atesora un enclave singular en la finca de 'San Juan Bautista', más conocida como hacienda de Sanabria ubicada entre Marchena y Lantejuela. Allí se levanta un monumento al Sagrado Corazón de Jesús, popularmente llamado 'el Santo de Sanabria', que desde hace más de un siglo es símbolo de devoción y punto de encuentro para vecinos y trabajadores del campo.

Un monumento con más de un siglo de historia

Fue en 1915 cuando el marqués de Cartagena, José Luis de Andrada-Vanderwilde y Pérez de Herrasti, mandó colocar la primera imagen del Sagrado Corazón en lo alto de la finca, rodeada de olivos. Con el paso del tiempo se renovó en dos ocasiones: en 1992 y en 2004, fechas que permanecen grabadas en el pedestal. Cada nueva imagen ha sido bendecida por el párroco de la iglesia de San Juan Bautista de Marchena.

Una devoción muy arraigada

El monumento, de un tamaño algo menor al natural, se eleva sobre un pedestal encalado de casi dos metros. Representa a Cristo con túnica, manto y gesto de acogida, mostrando el corazón en el pecho. A sus pies nunca faltan flores y velas, ofrecidas por trabajadores y vecinos que han encontrado en esta imagen un lugar de oración antes y después de las faenas agrícolas. Aunque está en propiedad privada, el enclave es muy visitado en romerías a pie, a caballo o en bicicleta por vecinos de Marchena y Lantejuela.

La hacienda y su entorno natural

La hacienda de Sanabria, dedicada tradicionalmente al olivar, conserva un amplio conjunto patrimonial con patio de almazara-caballerizas, molino, bodega, trojas, gañanías, palomar, corrales y perrera para mastines.

El cordel de la Jarda, reducto mediterráneo

El monumento se encuentra junto al arroyo la Jarda, en un tramo de cordel de unos dos kilómetros que discurre entre la carretera de Lantejuela y la hacienda. En este enclave aún se conservan vestigios de la vegetación mediterránea propia de la zona, con encinas dispersas, algarrobos, acebuches, palmitos y otras especies arbustivas. Se trata de un reducto natural que, al igual que ocurre en otros municipios de la Campiña, adquiere gran relevancia por ser uno de los pocos restos de vegetación autóctona que han resistido a la transformación agrícola.

Federico Jiménez de Cisneros