No eran todavía las cinco de la tarde cuando los niños, y no tan niños, se agolpaban en la puerta de La Piruleta de Salvi para darle un último adiós. Abría por última vez este ya eterno establecimiento para regalar todas las chucherías que quedaban en un último gesto de generosidad del quiosquero que siempre quiso regalarlo todo a los niños.
La Policía Local tuvo que cortar la calle ante la gran cantidad de gente que fue a mostrarle su cariño a Salvi y su familia, que pacientemente repartían bolsas con chucherías a todo el que se acercaba. ¿Gomitas o paquete? Daba igual, lo importante era llevarse un recuerdo en una tarde para llevarla siempre en la memoria.
Se vivieron momentos de emoción, lágrimas, risas y abrazos entre familiares que no paraban de agradecer todo ese cariño. Salvi seguro que estará orgulloso, allá donde esté, de lo que ha logrado, el recuerdo que deja y las sonrisas de esos niños que nunca olvidarán a su quiosquero.